La angustia de Así nos ven, la mejor serie del año de Netflix

Compartir en:
fjrigjwwe9r1_articulos:cuerpo
Netflix sigue con los estrenos en junio. Desde hace algún tiempo, la plataforma se ha convertido en el mejor pasatiempo para los espectadores. Cada fin de semana llegan nuevas series, películas o documentales que arrasan.

Una de ellas es Así nos ven (When they see us), miniserie dirigida por Ava DuVernay que se gana por derecho propio colarse entre las mejores series del año. Eso sí, su argumento es bastante duro.

El 19 de abril de 1989, una mujer llamada Trisha Meili fue asaltada en Central Park, violada y abandonada entre los arbustos al borde de la muerte, como la encontraron de madrugada. Horas antes, un grupo de chavales entre 14 y 16 años, negros y latinos, se juntaron en ese mismo parque a hacer gamberradas como molestar a los ciclistas o lanzar piedras.

Los chicos fueron arrestados por esas fechorías menores, pero cuando la policía vio que tenían entre manos un caso que podría ser especialmente mediático, quisieron atar cabos rápidamente y les acusaron a pesar de no tener pruebas concluyentes.  

Así comenzó la desdicha de los Cinco de Central Park -como se conocería en adelante a Kevin Richardson, Antron McCray, Raymond Santana, Yusef Salaam y Korey Wise-, uno de los casos más polémicos y deleznables en la historia de la justicia de Nueva York, símbolo de la iniquidad que sufren las personas racializadas.

Al final, cuatro de los cinco niños confesaron pese a no haber hecho nada. Y aunque ninguna muestra de ADN fue capaz de vincularlos a la escena del crimen, y sus descripciones de la vestimenta y las lesiones de la víctima no coincidían con los de la escena del crimen, fueron condenados. 

En 2002, después de recibir penas de prisión que iban de 6 a 13 años, todos fueron puestos en libertad después de que un asesino y violador en serie confesara ser el autor del asalto, y su ADN coincidiera con el hallado en la víctima.

Hay cientos de casos de confesiones falsas probadas, en las que las pruebas de ADN demuestran que personas que confesaron un crimen son inocentes. Pero en 1989, poco o nada se sabía sobre por qué alguien podría admitir un crimen que no había cometido. 

“Este ha sido uno de los casos más importantes en el campo de la investigación y el estudio de confesiones falsas, sin lugar a dudas. Fue una de las alarmas que sonaron cuando estos hombres fueron exonerados por el ADN. Tras ello, todo ardió", dice Laura Nirider, codirectora del Centro de Condenas Injustificadas. 

"¿Cómo pudo haberle pasado esto a esos niños? ¿Cómo le puede pasar esto a alguien? La importancia de este caso para la investigación, pero también para la conciencia pública de este problema, no puede ser subestimada", indicó.