La cruda realidad del egoísmo de Andrei Zvyagintsev en "Sin amor"

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Una pareja en trámite de divorcio vende su piso. Apenas se ven, cada uno ya tiene una nueva pareja y las únicas conversaciones que mantienen son violentas discusiones. Una vez que el nido sea vendido, todo se acabaría y ambos tendrían una nueva vida si no fuera por algo: su hijo. Un hijo que llegó por accidente, que nunca fue deseado ni querido, que se pasa las noches en vela llorando y que ya apenas habla. Un día, el niño sale de casa por la mañana y ya nunca vuelve. Esta es la trama de Sin amor, la historia de Andrey Zvyagintsev.

Zjenja (Maryana Spivak) y Boris (Aleksey Rozin) es un matrimonio que se siente profundamente infeliz. Ambos están faltos de amor, es evidente en su sus rostros, y como se comenta en la película, no se puede vivir en ese estado. Sin Amor muestra como esas dos personas buscan una salida a ese estado; ella con un hombre rico y mayor, él con una mujer más joven que ya está embarazada de él.

Y su hijo Alyosha (Matvey Novikov) en medio de esta situación, es un daño colateral. El niño es un obstáculo en su camino hacía una nueva vida, un lastre que intentan endosar a la otra parte.

Zvyagintsev se ha convertido por méritos propios en el cineasta ruso más admirado de nuestros días junto a Sokurov. Ya en El regreso, debut que le valió un León de Oro, trató con maestría el tema de las recomposiciones y descomposiciones familiares con un ritmo pausado y una técnica visual heredada de Tarkovski, evidente en el pasaje de la isla desierta.

Pero el director no solo ha conseguido su prestigio por copiar a los maestros, sino que además ha metido el dedo en la llaga del gobierno de Putin al denunciar la corrupción de la Iglesia y el Estado con su anterior film, Leviatán, premio de la mejor dirección en Cannes. Loveless, en cambio, vuelve a centrarse en la familia y en la educación como tema principal, criticando más a la sociedad rusa que al Estado. 

En la primera parte de Sin Amor, Andrey Zvyagintsev, realiza un retrato despiadado del matrimonio, con la imagen de ese niño en el baño sufriendo en soledad que mantendremos grabada en nuestra retina. Después, sucede lo inevitable. Como consecuencia de una negligencia egoísta, el hijo desaparece, lo que lleva a una incesante búsqueda por los bosques de alrededor, a un edificio vacío, mientras que la intensidad de la película va in crescendo.

La segunda parte, después de casi una hora de metraje, la trama pasa a estar exclusivamente orientada hacia la búsqueda del niño. Ahora los diálogos irán perdiendo fuerza y el silencio gana mucho más espacio. A través de él, por ejemplo, se nota cómo Zjenja logra mantener una vida normal incluso con la desaparición del niño.

El silencio también es fundamental para explorar el sentimiento de culpa de los padres cada día de búsqueda. Durante esta búsqueda, se observa como Zjenja y Boris no son más comprensivos con la situación, sin embargo, Andrey Zvyagintsev agregará matices que harán más complicado reprochar y condenar sus acciones.