Formidable Greta Fernández en la historia humana de La hija de un ladrón

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Al estilo de las películas de Ken Loach o los hermanos Dardenne, la directora Belen Funes sumerge en el difícil mundo que vive Sara y su hermano pequeño.

Poco a poco y sin muchos diálogos que explique lo que está ocurriendo se va comprendiendo su difícil situación, agravada por un padre que acaba de salir de la cárcel y que jamas se ha preocupado por su hijos. Padre e hija en la realidad y ahora también por primera vez en la ficción. Eduard y Greta Fernández actúan juntos en La hija de un ladrón. 

Sara (Greta Fernández) se reencuentra con su padre (Eduard Fernández), con quien no mantenía ninguna relación debido a que éste había estado en la cárcel. La vida de Sara no es fácil: a sus 22 años debe lidiar con el hecho de tener un hijo pequeño, vivir en casas de acogida y trabajar duramente para sacar a su hijo adelante; además, es el único adulto responsable que puede ocuparse de su hermano pequeño, quien vive en un centro de menores.

El reencuentro con su padre revive en la protagonista el doloroso recuerdo que conserva de él y el viejo miedo que alberga en su interior de quedarse sola, motivo que se convertirá en el hilo conductor de la película. 

Sara, la protagonista, se consolida como una autentica heroína, dispuesta a dar lo mejor de sí misma por las personas a las que más quiere, su hermano y su propio hijo. Sara se supera día a día, se sacrifica, y todo para no depender de nadie, pues sabe que la única persona que puede cuidarla es ella misma.

La mirada y los ojos de la Greta Fernández se comen la pantalla, representando el agotamiento absoluto que arrastra su personaje, una vida injusta, una vida que no le ayuda a sonreír. Su trabajo es absolutamente brillante. La hija de un ladrón es una buena radiografía de las situaciones que viven miles de madres solteras.