Isao Takahata, maestro de la animación y cerebro de Heidi y Marco

Aunque siempre fue más discreto que su compañero Hayao Miyazaki, tenía un talento equiparable. Isao Takahata será recordado tras morir a los 82 años como el genio del Studio Ghibli y padre de clásicos de la animación como La tumba de las luciérnagas.

Con genialidad y modestia a partes iguales, el creador nipón decidió cambiar las normas de la industria y fundar un pequeño estudio de animación desde el que se hiciera cine de autor que pudieran disfrutar a la par niños y adultos.

Así nació en 1985 Studio Ghibli, considerado por la crítica especializada como uno de los mejores estudios de animación del mundo. Ahora, más de treinta años después, muere su cofundador como consecuencia de un cáncer de pulmón.

Nacido en la ciudad de Ise (centro de Japón) en 1935, con tan sólo 9 años sobrevivió a un ataque aéreo durante la II Guerra Mundial, un hecho que marcó la temática de sus películas y el tono antibelicista que caracteriza a Ghibli.

Fue precisamente durante sus años de universidad cuando conoció a Miyazaki, de quien se convertiría en maestro además de un gran amigo y juntos comenzarían a trabajar en los años 60 en Toei Animation, donde Takahata suplía su falta de conocimientos de dibujo con su talento para la dirección.

Ambos lograron poner el anime japonés en boca de todos, dirigiendo series como Heidi, Marco o Ana de las Tejas Verdes, todas ellas éxitos internacionales aunque rara vez atribuidas a los dos genios de Ghibli.

Frente a la fantasía de la que siempre ha hecho alarde Miyazaki, las obras de Takahata están marcadas por un toque más intimista y personal, aunque también por una búsqueda constante de la experimentación, como queda patente en Mis vecinos los Yamada (1999) o su último filme, El cuento de la Princesa Kaguya (2013).

Takahata logró el reconocimiento internacional al dirigir La tumba de las luciérnagas en 1988, basada en una novela homónima de Akiyuki Nosaka. La cinta aborda la historia de dos pequeños hermanos que tratan de salir adelante en una Kobe (ciudad al oeste de Japón) completamente devastada durante los últimos meses de la II Guerra Mundial.