Los muertos no mueren, un holocausto zombie con Bill Murray
Treinta y cinco años después de ganar la Cámara de Oro del Festival de Cannes con su ópera prima, Extraños en el paraíso, el director Jim Jarmusch regresó fuerte al festival. Ahora, su cinta, Los muertos no mueren, llega a la cartelera.
Los muertos no mueren tiene de todo: zombis, humor negro, homenajes al cine, autorreferencias a través de alusiones de los actores a la propia película y, como carga de profundidad, un satírico y nítido discurso político contra el actual orden mundial, el consumismo extremo y el negacionismo del cambio climático.
El director presenta un entorno pre-apocalíptico dominado por el resurgimiento de los muertos, una epidemia zombi que viene a mostrar a los humanos como seres irracionales movidos por obsesiones, hasta el punto de llegar a esa idiotización que, de manera tan evidente, se denuncia en esta cinta.
En Centerville, una localidad que se autopromociona como un lugar agradable —así, sin más ambición propia del marketing de hoy— un trío de policías (Murray, Driver, Sevigny), pasan los días resolviendo conflictos vecinales tan apasionantes como el robo de una gallina o patrullando calles semivacías.
Hasta la mañana en la que se produce un fenómeno astronómico extraño: en Centerville el sol sigue en lo alto del cielo pasada la hora del anochecer. Al parecer, las intervenciones de fraking que se están llevando a cabo en todo el mundo han hecho que el eje de rotación de la Tierra se altere, provocando efectos insospechados: uno, los animales se comportan de forma errática; y dos, y el más preocupante, los muertos salen de su tumba con hambre de carne humana.
Con Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, Selena Gómez, Iggy Pop, Chloë Sevigny, Steve Buscemi, Tom Waits y Danny Glover en los papeles principales, la cinta sorprende por su trama y por su llamativa historia.
El largometraje está plagado de citas a películas de todos los géneros, desde Nosferatu hasta La guerra de las galaxias pasando por Encuentros en la Tercera Fase o El señor de los anillos. Y hay una mención explícita a George Romero, el realizador neoyorquino fallecido hace dos años.
Los muertos no mueren tiene de todo: zombis, humor negro, homenajes al cine, autorreferencias a través de alusiones de los actores a la propia película y, como carga de profundidad, un satírico y nítido discurso político contra el actual orden mundial, el consumismo extremo y el negacionismo del cambio climático.
El director presenta un entorno pre-apocalíptico dominado por el resurgimiento de los muertos, una epidemia zombi que viene a mostrar a los humanos como seres irracionales movidos por obsesiones, hasta el punto de llegar a esa idiotización que, de manera tan evidente, se denuncia en esta cinta.
En Centerville, una localidad que se autopromociona como un lugar agradable —así, sin más ambición propia del marketing de hoy— un trío de policías (Murray, Driver, Sevigny), pasan los días resolviendo conflictos vecinales tan apasionantes como el robo de una gallina o patrullando calles semivacías.
Hasta la mañana en la que se produce un fenómeno astronómico extraño: en Centerville el sol sigue en lo alto del cielo pasada la hora del anochecer. Al parecer, las intervenciones de fraking que se están llevando a cabo en todo el mundo han hecho que el eje de rotación de la Tierra se altere, provocando efectos insospechados: uno, los animales se comportan de forma errática; y dos, y el más preocupante, los muertos salen de su tumba con hambre de carne humana.
Con Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, Selena Gómez, Iggy Pop, Chloë Sevigny, Steve Buscemi, Tom Waits y Danny Glover en los papeles principales, la cinta sorprende por su trama y por su llamativa historia.
El largometraje está plagado de citas a películas de todos los géneros, desde Nosferatu hasta La guerra de las galaxias pasando por Encuentros en la Tercera Fase o El señor de los anillos. Y hay una mención explícita a George Romero, el realizador neoyorquino fallecido hace dos años.
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