Los terribles miedos de Natalia de Molina en 522. Un gato, un chino y mi padre

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No hay muchas coproducciones entre España y Portugal, pero cuando hacen algunas, sorprenden en el panorama cinematográfico. Ahora llega, 522. Un gato, un chino y mi padre, de Paco Baños.



Cabe recordar que el cineasta sorprendió hace ahora siete años con el estreno en Málaga de su opera prima, Ali (2011), la historia de una chica con miedos. Miedo a conducir, miedo a enamorarse… Ali arrasó allí por donde pasó (incluyendo el Premio Asecan a la mejor opera prima), y había expectación por comprobar qué camino toma el cine de Baños.

La trama se centra en George, que tiene agorafobia y solo puede salir a la calle si respeta su perímetro de seguridad, 522 pasos. Vive con su gato Fernando, que la cuida y la protege. Hasta que un día tenga que emprender un viaje de vuelta a sus orígenes, Portugal, donde todavía tiene cuentas pendientes con su pasado. 

522. Un gato, un chino y mi padre cuenta una “una aventura hacia la memoria, el pasado y a recuperar la identidad”, según su director, que ha presentado la película este martes, dentro de la sección oficial a concurso. El pasado arroja una sombra y el espectador lo intuye sin percibirlo del todo.

George se va redescubriendo a sí misma (y descubriéndose al espectador) gracias a los reencuentros que le brinda el viaje, hasta ir saliendo sin darse cuenta de la cárcel de su memoria. “El pasado se tiene que quedar en el fado, no en el corazón”, le dicen.

Es una cinta que sorprende desde su comienzo. Desde los primeros compases, Paco Baños da a entender que no se trata de un drama y por ello se esfuerza sobre todo en captar la curiosidad del espectador. 

Una historia que nos habla sobre la necesidad de no renunciar a nuestro pasado, a nuestras raíces y sobre como poder afrontar nuestros miedos.
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