Miseria, dolor, odio y perdón, la dureza de Intemperie con Luis Tosar

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Cuando se cumplen veinte años de la irrupción de Benito Zambrano en el cine español con su maravillosa ópera prima, Solas, que obtuvo cinco premios Goya y el premio del público en el Festival de Berlín, se estrena su cuarto largometraje: Intemperie. 

Aquellos que han leído la novela Intemperie, de Jesús Carrasco, que su versión cinematográfica, llevada a cabo por Benito Zambrano a partir del guion escrito por los hermanos Pablo y Daniel Remón, dicen que mantiene un relato más suave que el original. 

Intemperie supone la adaptación cinematográfica de novela homónima del escritor pacense Jesús Carrasco, una de las obras literarias más premiadas y de mayor reconocimiento internacional de la narrativa española reciente. Se trata de un retrato duro y árido, algo a lo que Zambrano suele estar acostumbrado. 

Al igual que en la novela, no se especifica la localización concreta ni se pone nombre a ninguno de los tres personajes principales, un niño, un pastor y un capataz sobre los cuales se desarrolla una historia de miseria, dolor, odio y perdón.

El pastor interpretado por Luis Tosar  es un hombre callado y solitario (como corresponde a su oficio) con un código ético sólido e inquebrantable que se cruza con un niño (fantástico Jaime López) que ha huido de su aldea con destino a “la ciudad” como símbolo de la salvación; esa ciudad en la que uno se puede hacer rico con facilidad, para volver luego al pueblo a rescatar a los suyos y vengar todo el daño sufrido.

El tercer protagonista es Luis Callejo, sólido intérprete como siempre pero en grave riesgo de encasillarse como el malo de la película. Suyo es el personaje del capataz, un hombre sin escrúpulos, detonante de la huida del niño, al que Callejo interpreta de forma brillante.