Pequeñas mentiras para estar juntos, el retrato agridulce de François Cluzet
En ella, siete años después de lo acontecido en Pequeñas mentiras sin importancia, angustiado y al borde de la depresión, Max (François Cluzet) decide pasar solo un largo fin de semana en su casa de la costa.
Pero sus viejos amigos Eric, Marie, Vincent, Isabelle y Antoine han planeado visitarle para darle una fiesta sorpresa de cumpleaños. Una oportunidad para ponerse al día después de mucho tiempo separados, y de paso para comprobar qué queda de su amistad.
Esta secuela, como ya hacía su antecesora, nos trae otro retrato agridulce de las relaciones de amistad, de pareja o fraternales. Con un tono a medio camino entre el drama y la comedia, la cinta traerá conversaciones profundas sobre los miedos y el futuro de los protagonistas.
El espectador entiende y conoce perfectamente a los personajes (que no son pocos) y se deja llevar por la historia, que en cierto modo es una alegoría a tiempos pasados mejores y a la nostalgia. Pese a ser sencilla, funciona bien en su narrativa.
En conclusión, al igual que la primera película, este largometraje es una buena reflexión sobre las relaciones humanas, en la que el espectador puede empatizar fácilmente con sus personajes.
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