La sensibilidad de Las estrellas de cine no mueren en Liverpool

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Estrellas que en su momento brillaron con fuerza y estaban llamadas a perpetuarse han ido apagándose irremisiblemente y entre las nuevas generaciones no les queda ni un leve destello de ese fulgor. 

El relato comienza en 1981, pocos meses antes de la muerte de Grahame, cuando ésta cae enferma justo a punto de salir a escena para interpretar a Amanda Wingfield en El zoo de cristal. Turner recibe una llamada y acude raudo a visitar a su examante en un hotel de la localidad británica de Lancaster.

Peter Turner era un joven de 26 años cuando se topó de casualidad con una inusual vecina en la pensión de Londres en la que residía. Se trataba de Gloria Grahame, una diva del cine de Hollywood de los años 40 y 50 que no gozaba del estatus de por aquel entonces. Grahame se había trasladado a Inglaterra para continuar su carrera sobre las tablas.

Participó en la emblemática película de Frank Capra Qué bello es vivir (1946), estuvo nominada dos veces al Oscar y lo consiguió en 1952 como mejor actriz secundaria por su interpretación en Cautivos del mal, de Vincente Minnelli. La rodearon los escándalos amorosos: tuvo un idilio con el hijastro de su marido, Nicholas Ray, y durante los últimos años de su vida mantuvo un tórrido y desgarrador romance con el joven actor inglés Peter Turner, casi 30 años más joven que ella.

El director inglés Paul McGuigan (El caso Slevin, 2006), ha rescatado del olvido a Gloria Grahame y ha narrado sus últimos años de vida y su historia de amor con el joven Turner en la notable Las estrellas de cine no mueren en Liverpool

Las estrellas de cine no mueren en Liverpool traslada al espectador a los inicios de una relación que rompió tabúes. A los pocos días de conocerse, el joven actor y la antigua estrella cinematográfica se hicieron amantes sin importarles la opinión de nadie. La diferencia de edad no fue jamás un impedimento para lucir públicamente su amor. 

La cinta consigue humanizar y dar matices al personaje de Grahame, injustamente objetualizada por el monstruo del machismo por sus escándalos sexuales. El film, de bajo presupuesto y con continuos saltos temporales admirablemente resueltos, desprende ternura y humanidad.

 
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